Nuestro último día de ruta por Turquía. La dueña del Merlose ha sido buena y a las siete de la mañana ya nos tenía preparado un buen desayuno, pero con la carencia de todos los dias: la chacina. Esas mortadelas de vaca no son lo mismo, no señor.
Habíamos calculado una 10 horas de regreso, pero al final no ha sido para tanto. Ocho horitas que nos han plantado en Estambul a las tres de la tarde.
Pero las horas punta en Estambul no son lo mismo que las horas punta en la Plaza de Paraíso. Cruzar el Bósforo por ese puente colgante, los extraradios, los radios y las pedanías nos han llevado una hora, calorazo y tráfico estambuliota. La pera.
Dejamos nuestras maletas en el Serenity (el mismo que es de la ida, el mismo de los desayunos pantagruélicos, dicho con mucha sorna y retranca). Las chicas se pintan la raya, hacen sus cosas, nosotros vamos a hacer pis, y a devolver la furgoneta a la plaza Taksim, centro del gran chochal de tráfico de Estambul.
Fernando no ve una rotonda que le marca el navegador, y nos metemos en el chochal madre. Buscamos gasolinera para dejarlo lleno (por cierto, gasoil que aquí llaman "motorin" a precio e caviar) y tras ello ya reprogramamos el aparato y nos presentamos una hora antes de tiempo en la oficina de Europcar.
Dos mil km. sin incidentes, desde aquí un recuerdo cariñoso a laRenault Traffic que nos ha llevado con seguridad y alegría por las carreteras de este país.
Quisiera, antes de proseguir, comentar que en la entrada de ayer me dejé olvidadas dos fotos. Una, la inferior, es de Pamukkale; obviamente a la señora (a quien no he pedido permiso para publicar la foto) se le olvidó hacer el cruce. El que vió al conejo fué Raúl, y yo disparé. Y me pregunto yo: qué cosas mira este chico?
La segunda es nuestra cama del Melrose House y el sentido de la elegancia otomana.
Miss Forget Pussy en Pamukkale con todo al aire.
El chochal del puente del Bósforo. La imagen no describe bien lo que era aquello.
Otra curiosidad: en Estambul, cuando el ayuntamiento quiere que una calle sea de sentido único, no se limita a poner en la entrada una señal de prohibido el paso. Coloca lo que veis en la foto inferior. Un rastrillo abatible sólo en sentido de la marcha.Las púas son de hierro y con punta. Esto es disuasión y no otra cosa.
Los rastrillos.
Una vez hechas las despedidas, volvemos a pasear por la increiblemente animada y bonita calle Istiklal. Pongo unas fotos de alguno de los edificios que hay en ella, algunos resturados y otros esperando restauración.
Pasamos por última vez a los pies de la torre Gálata, preciosa centinela del Cuerno de Oro, y compramos por las cercanías cosas para la familia. Todo muy nostálgico, así que nos bebemos unos medios litros de cerveza para animarnos.
La torre de Gálata.
Volvemos a cruzar de nuevo el puente del mismo nombre que la torre para tener una postrera imagen de Estambul, su mar, sus mezquitas iluminadas, Santa Sofía... y ese olor a pescadazo crudo de la gente que está con cañas a cientos en sus barandillas, que quitaba parte del encanto.
Otra cervecita en Sultanahmet, donde discutimos sobre si Helena de Troya era tal o cual, si Paris fué muerto por Menelao o sigue vivo, partiendonos de risa con los prosáicos comentarios del chico de Ciencias, Raúl, al que tanto quiero.
Y esto se acabó. Han sido once días estupendos, Los Cinco se lo han pasado de cine.
Yo personalmente guardaré un recuerdo especial de estas vacaciones. Turquía es un país de contrastes, aunque quede esto muy manido. Pero es la realidad; pasas del siglo XVIII al XXI en cincuenta metros. La Europa que conocemos y la marranería espesa conviven en armonía. Las chicas vestidas de Zara (o de mas pasta) con las cucarachas tristes y sumisas tapadas, medio tapadas y tapadas del todo también conviven.
Los coches que todos vemos a diario se cruzan con Renault 12 o similares, piezas de museo de aquí para allá.
WC.s como los que ves en Zaragoza o incluso más limpios a poca distancia de ese Ojo de Mordor, sima abisal de todos los horrores, que yo vi en Priene.
Turquía, lo que he visto de ella, me ha gustado muchísimo. La gente es cariñosa, amable y educada -salvo pequeñas excepciones como ocurre en cuaquier sitio. La comida es una delicia, la cerveza otro tanto de lo mismo -marca Efes- y lo que conserva del pasado es glorioso. Ójala aprendan a cuidarlo, mantenerlo y explicarlo mejor de lo que lo hacen.
A Raúl; a mis amigos Ana, Pilar y Fernando solo les puedo dar las gracias por su paciencia conmigo y por mi pasión por las piedras (Pilar es de mi misma cuerda, no le doy las gracias por esto)
Gracias por haber hecho posible que once días de viaje no solo se recuerden por los paisajes, ruinas y demás. Sus caras sonrientes, o agobiadas por el calor, o entusiasmadas por lo que veían... estarán siempre entremezcladas con los minaretes de las mezquitas y las ruinas de lo que fueron gloriosas ciudades.
Santa Sofía. En mi opinión le sobran los minaretes añadidos.
Veo que hemos cambiado de Blog, ¿y los comentarios?.
ResponderEliminarEl viaje ha sido fantástico, lo he pasado muy bién ( a pesar de la sobredosis de piedras que se compensó con la sobredosis de cervezas).Por supuesto lo insuperable del viaje ha sido la compañia sin la que no hubiera sido lo mismo.
Lo mejor de la vuelta ha sido una buena ducha sin bordes negruzcos y una cama con sábanas.
Me quedará un recuerdo especial.
Perdón, ya he encontrado los comentarios, la informática es lo que tiene, las cosas aparecen y desaparecen sin mas explicación.
ResponderEliminarBonitas vacaciones, que envidia
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