Hoy en Estambul ha soplado lo que en Zaragoza llamaríamos "bochornera"; pero con humedades del mar Mármara. Seguimos con borrascas y algún trueno, pero hoy sin llover.
Mis compañeros de viaje me han alegrado la tarde al acceder, magnánimamente, a acercarnos a una de las leyendas de la ciudad: la estación de Sirkecy. Fué construida para recibir al mítico Orient Express allá por los finales del siglo XIX. Hemos tomado un café en lo que ha resultado un remanso de paz en medio del tumulto que reina fuera y hemos disfrutado de un precioso edificio que se conserva prácticamente igual que cuando la jet-set europea viajaba desde Paris pasando por Belgrado hasta Estambul en un tren de lujo y glamour.
La estación de Sirkecy en blanco y negro para entonar.
Previamente y de buena mañana, después de degustar el magnífico desayuno del hotel, especialmente ese zumo de naranja con sabor a Flag Golosina, nos hemos dirigido al Palacio de Topcapi, residencia de sultanes, sultanas y de muchas mujeres del Harem (y de más personal pero carecen de importancia) Una gran pateada a paso de costalero sevillano que nos ha destrozado pantorrillas y tendones de aquiles; podríamos resumir que la sensación con la que sales del complejo topcapý es que al sultanato le molaba mucho la pedrería fina: madreperlas, ágatas y mucho oro. Joyerío de calidad desde el botijo real, de cristal de roca y brillantes que se vea la abundancia sultana, hasta en los fusiles dieciochescos que hemos visto, cuajados de nacar y piedras semipreciosas hasta en el gatillo, que para sí los quisiera la Norma Duval en sus tiempos de grandes éxitos.
Y también está la sección "reliquia islámica", ampliamente representada en las estancias palaciegas. Allí hemos contemplado atónitos la vara con que Moisés separó las aguas del mar Rojo,el turbante de Abraham o de Jacob, pelos de la barba de Maoma, medio cráneo creo que de José, y alguna cosa más por el estilo.
Lo mejor: las vistas del Bósforo desde los jardines sultaníes. Esta gente sabía donde poner una terraza, sin lugar a dudas.
El señor Monzón en la balaustrada del Sultan.
Y de ahí, en un bonito paseo por Sogukçesme sokagi (una calle por detrás de Santa Sofía), nos hemos acercado al bazar de las Especias y a la mezquita Nueva que está pareja y merece la pena ser visitada. Del bazar qué decir: que hemos comprado alguna especia a precio de ralladura de oro y que huele muy bien. Ah, y que es muy chulo realmente. De la mezquita solo se puede decir que es preciosa y que NO huele a pies como la mezquita Azul. Se comenzó a construir a finales del siglo XVI por mandato de la madre de un sultan llamado Mehmet y que fue el tercero con ese nombre. Esta señora le cruzó la cara a Eugenia de Montijo en un encontronazo que tuvieron, no digo más de ella. Bonitos azulejos e impresionante interior.
Interior de la Mezquita Nueva.
Zoraida y Yasmina en la Mezquita Nueva, orando.
Para finalizar la entrada de hoy, no quiero dejar de recomendar un paseo por la Uzuncarsy kadesi (va más o menos desde el bazar de las Especias al Gran Bazar. No tiene desperdicio, ni que mires a la izquierda o a la derecha. Es como ir de compras por Serrano de Madrid.
Pongo foto representativa aquí abajo.
Mañana me parece que vamos a ver unas iglesias bizantinas de por las afueras que deben ser algo delicao, y quizás hagamos una singladura en navío de negra proa, que decía Homero, a través del Bósforo.
Buenas noches desde Estambul, again.
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