Estambul ya es historia para Los Cinco. Nos hemos acercado a la plaza Taksim, un caos de tráfico conduciendo a la manera turca, a recoger nuestra furgoneta y ponemos rumbo al oeste. Recorremos la costa norte del mar de Mármara hasta entrar en la península de Galípoli donde embarcamos en el ferry que nos cruza el estrecho de los Dardanelos. Durante la travesía Anika sufrió el llamado "mal de Nausicaa" e intentó tirarse por la borda, momento inmortalizado en l afotografía inferior.
Tras administrarle unos ansiolíticos, seguimos recorriendo las carreteras de Asia hasta encontrar las ruinas de Troya, de la que no quedan demasiadas cosas pero que no deja de ser evocadora. La fotografía de abajo es lo que queda de la famosa puerta Escea, por la que según la Ilíada salió Hector a verselas con Aquiles y de la que salió mal parado.
Y nos cobran una pasta para tenerlo todo manga por hombro y mas explicado, por lo cual nos pegamos un poco a una guía turca que hablaba español como yo el serbio, que no se como la entendían el grupo de pobres españoles. La dejamos cuando les contaba una pesadilla que tuvo Helena de Troya segun la cual su supuesto hijo tenía menos futuro que una tienda de trajes de comunión en Teheran.
Las Puertas Esceas de Troya.
Y de nuevo carretera y manta hasta Assos. Tras recorrer unos kilómetros por carretera de media montaña,
llegamos a donde Cristo perdió la alpargata.
Lugar idílico (lástima las habitaciones, manifiestamente mejorables). Playa sin gente, y cuando digo sin gente es "sin gente" en plan motel Bates del Norman Bates de Psicosis. Unas mesas al borde de la playa con agua turquesa y mansa, montones de estrellas y al fondo la isla de Lesbos, que como todo el mundo sabe, está llena de lesbianas.
Ninguna nos llegó nadando.
Tras agotar la reserva local de cerveza, nos fuimos a dormir como pudimos.
Mañana nos vamos hacia Esmirna, recorriendo los antiguos territorios que fueron de los griegos hasta 1920 en el que los otomanos entraron a sangre y fuego, desalojando entre otras, a la madre de mi amigo Tassos que tuvo que salir por piernas y en barca hacia la vecina isla de Kíos, siendo una niña, para salvar su vida y la de su familia.
Desde entonces los turcos estan aquí, en la tierra en la que el viejo poeta alejandrino Kavafis soñaba que una sombra de algún dios volaba sobre las colinas de la vieja Jonia.
SOY MARIANITO, OS CREIS TODO LOS QUE DICEN DE LAS PIEDRAS, INFELICES, QUE NO SON MAS QUE PIEDRAS. Y LO DEL TEATRO LA VERDAD YO LOS ASIENTOS LOS VEO UN POCO INCOMODOS. SEGUIMOS EN CONTACTO CORAZONES
ResponderEliminarMarianito, norecuerdas el magnífico programa de "si las piedras hablaran" de la Natalia Figueroa? Pues eso.
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