martes, 4 de junio de 2013

FINALES DE MAYO, UN PASEO POR "LOS CHOPOS SOLITARIOS"

Así llamábamos a este sitio cuando éramos pequeños. Los dos enormes álamos se secaron hace unos años y ya no queda rastro de ellos.
También teníamos las "tres cataratas" del camino de Corvera", o "el páramo misterioso", extraño nombre para un pequeño campo con olivos -éste ha corrido mejor suerte y aún existe- pero los libros de Los Cinco y sus aventuras tenían mucho que ver en toda esta toponimia.
Los visitábamos montados en  nuestras bicicletas de segunda mano compradas por el yayo Polo, en las que dimos nuestras primeras pedaladas sentados en la barra sobre un saco de arpillera enrollado porque nuestros pies no alcanzaban los pedales si nos sentábamos en el sillín.

Enid y Troya, con las orejas al viento en Los Chopos Solitarios
Tardes doradas de sábados torreros, en las que nuestros horizontes se ensanchaban hasta San Juán y más allá, Villanueva, por el camino del barrio del Comercio, donde colocamos nuestras columnas de Hércules, el Non  Plus Ultra de nuestra imaginación.
A "los chopos solitarios" voy casi todos los días con los perros y recuerdo sonriendo nuestras aventuras; Troya y Enid son ajenas a ellas, tienen las suyas propias mientras el cierzo tibio de finales de mayo les sacude las orejas.